22 de junio de 2011

Capítulo Dos: Pesadilla

–¿Y quién es tu amiga? –preguntó el tal Axel acercándose a Gabrielle. Debía admitir que era muy guapo pero definitivamente no su tipo, al menos de eso se trató de convencer.
–No te incumbe –respondió duramente Diego.
Era increíble cómo había cambiado tanto en tan sólo minutos. Hace un rato parecía ser todo sonrisas y ahora era tan amenazante como el gatillo de una pistola a punto de ser disparado. Aunque, claro, eso no asustaba a Axel.
–Le hablaba a la señorita –aclaró sin despegar la mirada de Gabrielle.
–Gabrielle –contestó ella.
Tanto gusto, Gabriela –dijo en italiano, tomó su mano y la besó.
Ella se sonrojó.
–Me llamo Axel.
Sus ojos parecían demasiado profundos como para poder navegar en ellos, y sin embargo no quería apartar los suyos de los de él.
–¡Axel! –gritó una voz femenina.
Gabrielle volteó al lugar del que provino sin poder evitarlo. Allí había una chica rubia que iba cubierta con una capa al igual que Axel. Parecía enojada.
–En un momento, Jane –dijo él fastidiado y luego le dijo a Gabrielle–. ¿Qué te parece si… nos vemos esta noche? ¿En la playa? Es hermosa con la luna sobre ella.
Ella sólo pudo sonreír.
–Lo siento, no –respondió arrepentida–. Se supone que debo estar temprano en casa –agregó un tanto avergonzada.
–¿Niña buena? –se burló él con una sonrisa de lado.
Gabrielle apretó los dientes con una sonrisa asomándose entre ellos.
–Ahí estaré –dijo desafiante.
–Qué bien. Te estaré esperando –se la regresó burlón–. Adiós, Gabriela.
Soltó su mano con delicadeza y caminó sin despedirse de Diego hacia la chica rubia que lo había llamado. Ambos desaparecieron en la calle.
Diego no volvió a poner su sonrisa de nuevo.
–¿Vamos? –le preguntó ella cuando el martilleo de su corazón hubo parado un poco.
–Creo que es mejor que nos veamos luego, Gabrielle. Adiós. –Y sin más se fue.
Ella bufó.
–Bien.
Caminó sola unas cuantas calles más hasta llegar a la playa. No había nadie, todo estaba desierto así que no tuvo inconveniente de quitarse la blusa y quedarse con su pantalón y la fina blusa que traía debajo. Se zafó los zapatos y los dejó junto a la blusa en la suave arena. Corrió hacia el agua y se dejó llevar un poco.
Extrañaba estar en el agua, era algo que adoraba. La caricia de las olas contra su suave piel mientras le reprochaba el tiempo que se había perdido de aquella sensación, las arrugas que se formaban en sus dedos por pasar tanto tiempo dentro del líquido traslúcido, los rayos del sol pegándole en la cara por debajo del agua. Era algo que le encantaba.
Pasó la tarde ahí hasta que el sol pareció empezar a ponerse y se recordó que en la noche vendría en poco tiempo y que tenía que estar ahí mismo de regreso.
Salió del agua y se acercó a su ropa. Se puso la blusa debido a que el viento hacía que se estremeciera de frío y se encaminó de vuelta a casa de su tía.
–¡Regrese, tía! –gritó después de subir los escalones del porche, abrir la puerta y entrar.
Artemis salió de la cocina y le sonrió.
–¿Tienes hambre? –le preguntó.
–No, gracias.
–Bueno. ¿Qué hiciste allá afuera? –inquirió tratando de lucir despreocupada.
–Pasé todo el día en la playa.
Esperando a que los mareos provocados por la droga pasaran, agregó en su mente.
–Estupendo. ¿Me ayudas? Estoy preparando unas galletas.
–De hecho, preferiría no hacerlo. Tengo sueño y unas ganas tremendas de tomar un baño.
–Sí, yo también. Terminaré esto y me bañaré también. Luego me acostaré a dormir, ayer fui a la fiesta de una amiga y llegué muy tarde. Estoy verdaderamente cansadísima.
–Ok –dijo Gabrielle.
Subió corriendo las escaleras y rebuscó en su maleta sin deshacer ropa para ponerse. Encontró un vestido color turquesa y después de probárselo, no le gustó como se veía. Bien, había que admitirlo, ella no era una chica de vestidos y risitas tontas. Optó por un pantalón de mezclilla negra y una blusa rojo con un corto chaleco que se abrochaba a la altura del pecho, tomó sus converse rojos, unas calcetas y ropa interior y se metió a bañar.
Procuró tardarse para que su tía terminara antes que ella y se fuera a dormir. Salió con su pijama puesta y fue al cuarto de su tía de puntitas. Pegó el oído a la puerta y no oyó nada, así que supuso que ya estaba dormida pero como quiera abrió la puerta y miró a su tía acostada en la cama, tapada con una cobija.
Gabrielle sonrió. Volvió a cerrar la puerta con sigilo, fue a su habitación y se puso la ropa que había preparado, luego bajó las escaleras, abrió la puerta principal sin hacer ruido y salió de la casa en dirección a la playa.
Las calles estaban oscuras y no había nadie transitando en ellas más que ella. Se tuvo que recordar que iba a la playa a ver a Axel sólo para no parecer una niña buena y débil.
Sí, claro, dijo una voz en una cabeza que prefirió ignorar.
–Entonces viniste –dijeron a sus espaldas cuando ya podía sentir la arena en sus pies.
Dio un brinco y se volteó hacia atrás asustada. Él rio.
–¡Dios! ¡Axel me espantaste! –le recriminó y en un segundo ella también lo estaba acompañando con su risa.
–Ven –dijo Axel cuando se calmó, la tomó de la mano y corrió en la arena arrastrándola tras de sí.
–¿Adónde vamos? –preguntó ella curiosa.
–Déjate sorprender, Gabriela –contestó parando de correr, situándose detrás de ella y tapándola los ojos con las manos.
Qué lindo, pensó ella.
No, le recordó duramente una voz en su interior, recuerda que viniste para demostrarle que no eres una niña bien portada, no para cumplir una locura de amor. ¿O es que no recuerdas la última vez que te enamoraste?
Su cuerpo se tensó y Axel lo notó.
–¿Qué sucede? –le preguntó parando de caminar pero sin quitarle las manos de los ojos.
Déjate llevar, se recordó a sí misma, aquello está en el pasado ahora.
–Nada –respondió ella esbozando una sonrisa despreocupada.
–Genial porque no se permiten caras largas aquí.
–¿Aquí dónde?
–Aquí –dijo destapando sus ojos.
Gabrielle se quedó sin palabras.
–¿Te gusta? –le preguntó él.
Ella asintió aún maravillada por aquello.
Frente a ella había extendida una tela que brillaba con los rayos de la luna y había unas cuantas frutas y un pay sobre ella. Era sencillo pero tenía toda la elegancia con la que Axel le había besado la mano al conocerla.
–Esto es increíble. ¿Lo hiciste tú? Es asombroso.
Axel sonrió aliviado.
–Qué bueno que te gustó. Pensé que tal vez dirías que era muy tonto o algo así.
–No, es perfecto. Bueno, sí, un poco cursi pero es lindo. Nadie nunca había hecho algo así por mí.
La sonrisa de él se ensanchó más.
–Vamos. Toma lo que quieras –la invitó.
Gabrielle se sentó y tomó unas uvas verdes que había ahí. Las comenzó a comer mientras lo veía a él partir el pay.
–¿Qué pasa? –preguntó al darse cuenta de su mirada puesta en él.
–Nada –respondió ruborizándose y mirando hacia otro lado avergonzada.
–No me importa que me mires, puedes seguir haciéndolo –dijo sonando un poco egocéntrico, obviamente en tono bromista.
–Si serás creído –comentó Gabrielle riendo.
–Toma –le tendió un plato con un pedazo de pay en él suavemente.
–Gracias –contestó ella agarrando el plato y mordiendo el pay–. Está rico. ¿Tú lo hiciste?
–Si te digo que sí no creerás que soy gay, ¿verdad?
–No –dijo ella sonriendo.
–Entonces sí.
Gabrielle volteó los ojos riendo.
–¿Ves? La luna es bellísima en la noche –dijo Axel mirando el cielo nocturno.
En realidad, Gabrielle se había distraído mirándolo a él y no había visto la luna, pero ahora que él la mencionaba, volvió la cabeza en dirección hacia donde él veía y abrió la boca impresionada.
La luna se levantaba sobre el agua y le sacaba destellos a ésta, haciéndola lucir como un hermoso vestido de graduación que sólo se podía ver en las películas. Era un círculo completo y lo único que le restaba un poco de belleza eran las nubes que volaban a su alrededor y, sin embargo, éstas parecían enmarcar el cuerpo celeste.
–Es hermosa –susurró Gabrielle impactada. Nunca había visto una luna así de bonita.
–Igual que tú –dijo Axel mirándola fijamente.
Gabrielle lo volteó a ver impresionada y notó su rostro demasiado cerca y que se acercaba cada vez más. Se empezó a poner nerviosa y las manos comenzaron a sudarle. No quería dar la impresión de ser una chica fácil pero tenía tantas ganas de besarle. De rozar sus labios con aquellos rosados y carnosos labios frente a ella.
No, se dijo.
Y cuando estuvo a punto de besarle, Gabrielle tomó una decisión y volteó la cara un poco haciendo que el beso se situara en su mejilla.
–Lo siento, no puedo –se disculpó.
Axel miró al suelo entristecido. Tardó unos segundos en recuperarse y volver a sonreír per al final dijo:
–No importa, esperaré.
Gabrielle le sonrió agradecida.
–Por mientras disfrutemos esta noche –sugirió Axel.

Gabrielle abrió la puerta de la casa de su tía con cuidado y entró intentando no hacer ruido. Subió las escaleras y entró a su habitación. Se cambió la ropa que se había puesto para ir con Axel y se puso su pijama antes de tumbarse en la cama y dejarse vencer por el sueño.

Sus ojos rojos la traspasaron, mirándola con atención, evaluando cada uno de sus facciones y ella se sintió cohibida, sin embargo, aquello le gustaba.
Entonces él se volteó, alejándose de los puestos de frutas y verduras en una dirección desconocida por ella. Siguió caminando sin mirar atrás.
La desesperación la embargó y sintió el deseo de correr tras él, tal como lo hizo. Lo siguió por las calles de Volterra esperando el momento que parara. Por fin lo hizo y se volvió hacia ella sonriendo. Sin embargo, no era una sonrisa amistosa precisamente, más bien parecía cínica y sarcástica.
–Me alegra que hayas venido, Gabrielle –dijo sin mirar otro lugar que no fuera ella.
–¿Nos conocemos? –preguntó ella confundida.
Él soltó una pequeña carcajada.
–¿No me reconoces? ¿Es que te has olvidado de mí?
La comprensión llegó a la mente de Gabrielle y le apuntó con el dedo.
–¡Tú! –le recriminó–. ¡Fuiste tú!
Lo último que vio fue la misma sonrisa que le había dedicado años atrás con el mismo cinismo que ahora antes de que la imagen se distorsionara y se desvaneciera.

Gabrielle jadeó incorporándose en la cama. Sintió un horrible temor en lo más profundo de su ser y quiso gritar hasta quedarse afónica. Un sudor frío recorría su cuerpo haciendo que las sábanas se adhirieran a su piel mojada y temblaba de pies a cabeza.
No era posible que él apareciera en sus sueños, no después de tantos años que habían pasado desde aquello. No era lógico que recordara su rostro ahora que había pasado ya bastante tiempo y no un día después de que sucedió, cuando despertó en el hospital conectada a cables que la mantenían estable.
Cerró los ojos y el sentimiento de resignación se apoderó de ella.
Lo vería de nuevo, lo sabía. Y lo peor era que ahí mismo, en Volterra.

*No tengo ni idea si hay alguna playa en Volterra pero me gustan las playas y pensé que sería bonito hacer una escena en una playa(: Espero les guste.

3 comentarios:

  1. Precioso...tienes que publicar pronto, no me puedes dejar así. Je je...Cuídate, guapa:)
    Any

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  2. Hola A.J! :D
    Esta nove te está quedando
    G
    E
    N
    I
    A
    L <3
    Escribes excelente! ^^
    n-n Axel si es romántico con Gabrielle
    El de su sueño será el sexy Alec? O.o Espero q sii XD
    No aguanto la curiosidad! Jajaja
    Publik Pronto
    KiSsEs, Dany

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  3. Hola A.J!!
    El cap 2 estuvo increible, me fascino!!
    Adoro las playas!! son tan romanticas!!
    y Axel es tan lindo con Gabrielle!!
    Aawww, el capi estuvo super romantico!!
    pero... tuvo que tener una pesadilla y arruinar la romantiqueria!! :P
    jajajaja y quien es el tipo del sueno?? me dejaste intrigada!!
    sube pronto
    Mariu :D

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